Querida Olatz:
Acabo de leer tu entrada de hoy sábado 15 de diciembre que me ha inspirado a escribirte esta otra como contestación. Lo hago por esta vía, primero, porque esta misiva es bastante larga, y, segundo, porque de esta manera lo comparto con los que siguen mi blog, una buena ocasión para mostrarles un punto de vista distinto sobre la vida de un traductor.
Es verdad que la mayoría de la gente aún sigue sin saber qué es lo que realmente hace un traductor. En mi caso, y como estudiante de tercero, me encuentro todos los días con comentarios desacreditadores por parte de muchos de los que me rodean. ¡Cuánta razón tienes al decir que no se nos toma en serio! Eso sí, mi poca experiencia me muestra, que la cantidad va menguando, por lo menos referente a mi lugar de trabajo (trabajo y estudio a la vez), porque viven de cerca mis circunstancias al compartir con ellos información y vivencias de mi vida estudiantil y ven in situ lo que me cuesta sacar adelante la carrera. Creo que la solución está en ofrecer información sobre lo que hacemos, hacer ver a todos los que nos infravaloran la calidad que podemos ofrecer como mediadores culturales, y que todo trabajo bien hecho merece una corona de laurel (como en cualquier otra profesión también).
Ser traductor es en gran medida un trabajo de detective. Una palabra puede contener distintas clases de información en las diferentes lenguas. Como tú bien expones, no es solo leer el texto origen y traducirlo sin más. Un TO trae consigo todo una mochila contextual, un bagaje cultural, que hay que descifrar antes que nada, para después formularlo en una lengua meta, en una cultura distinta, lo que supone muchísima responsabilidad para un traductor profesional. Esto lo he explicado muchas veces a las personas que me han preguntado o me han lanzado un “qué fácil lo tienes, solo tienes que copiar y pegar el texto en el Google Translator” (o Gurgle según Calvo en las viñetas de Mox) y para colmo hasta cobras por ello. ¿Quién da cuatro pesetas por un duro? ¡Nadie!
Tampoco es fácil aprender a decir que no, cuando vienen tus familiares o amigos para pedirte el favor de traducir un “textito pequeño de ná” y además ni te preguntan si cobras o no, sino que de antemano piensan que no te tomará mucho tiempo hacerlo y que no es necesario pagarte, o que no vales tanto como para pagarte, aunque sea un detallito del “chino” (lo del “chino” es para poner un ejemplo, no se me moleste nadie, por favor).
Ser traductor es, además y muchas veces, bastante frustrante. Me refiero a esas ocasiones en las que no encuentras la palabra perfecta, la que tiene el matiz necesario para el contexto del texto que estás confeccionando, la pieza perfecta para el puzzle que estás ensamblando; o, te lleva tiempo pulir una palabra, hasta que brille por su propia luz, días y días, a veces hasta semanas; o cuando estás escribiendo el examen de traducción y sabes exactamente lo que quiso decir el autor del texto, tienes la palabra adecuada en la punta de la lengua, pero justo en ese momento y aún esforzándote al máximo, no te sale la perífrasis necesaria en tu lengua materna, podrías haberla dicho en todos los demás idiomas que conoces, pero la que urge para terminar un trabajo en clase se ha escondido en algún rincón de tu consciencia; o, cuando te despiertas en mitad de la noche porque de repente la palabra que buscabas está a flor de piel, la tienes a mano, tu boca la articula, la nombras, la escribes en un trozo de papel…, pero el examen ya horas ha que lo entregaste.
Un traductor no solo traduce textos, además es el propio jefe de su negocio, es economista, publicista, informático, un telediario andante, relaciones públicas, escritor, corrector, político, gestor, lingüista, abogado, filólogo, diccionario según demanda (“auf Abruf”), y mucho mucho más. Si por cada profesión que representamos y practicamos cada vez que traducimos un texto nos pagaran, estaríamos cada dos semanas en Las Bahamas, acostadas en triquini en una hamaca, bajo una sombrilla de paja, la pamela gigante ladeada, sorbiendo un Manhattan y leyendo a nuestro autor favorito. Sabes…, hilvanando pensamientos se me viene a la mente, que podría compararse con la “profesión” de ama de casa J Es otra profesión infravalorada y mal pagada, ¿no crees? Igual que en el caso anterior, estamos "acostumbradas" a desempeñar labores que incluyen muchas ramas profesionales: fontaneras, enfermeras, profesoras, limpiadoras, cocineras, planchadoras, relaciones públicas, carpinteras, interioristas, psicólogas, economistas, estilistas, mediadoras, organizadoras de eventos de cualquier calibre, albañiles, etc. ¿Paralelismo o Intertextualidad? ¡Bienvenidos al mundo apasionante del traductor! Ahí lo dejo J
Gracias Olatz por ser mi inspiración y muchísima suerte en tu camino. Me encantará trabajar contigo en un futuro no muy lejano.
P.D. Me encanta tu blog, seguiré de cerca tus entradas ;-)